La radiofrecuencia son ondas electromagnéticas que no producen ablación y se usan en estética para tensar la piel, reducir grasas o promover la cicatrización.

Se trata de una energía que calienta el tejido y activa la reducción de colágeno y elastina, de modo que atenúa las arrugas y favorece un rejuvenecimiento del rostro y del cuerpo.

Se trata de una terapia no invasiva y sin apenas efectos secundarios y es muy eficaz en pocas sesiones. Actúa desde dentro y genera beneficios como la activación sanguínea, drenaje linfático, que disminuye líquidos y toxinas que residen en el tejido.

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La radiofrecuencia es muy sencilla de realizar. Nos valdremos de un gel conductor que permita el deslizamiento del cabezal para que se pueda mover por la piel, realizando movimientos circulares. Esto favorece el calentamiento de las fibras elásticas y de colágeno.

El resultado es una mayor firmeza y elasticidad en la piel y la activación de fibroblastos, que son los responsables de la producción de colágeno y elastina.

El tratamiento de una radiofrecuencia facial oscila entre los veinte y treinta minutos de duración mientras que una radiofrecuencia corporal se puede ir a los sesenta minutos.

Se recomienda de cuatro a seis sesiones en facial y seis a diez sesiones en tratamientos corporales. El intervalo entre sesiones debe ser de unos quince días.

Un vez aplicado el tratamiento, se retira el gel conductor y se limpia la zona tratada. La radiofrecuencia se puede realizar sola o también se puede combinar con cosmética.

Los resultados son progresivos y duraderos y la persona que ha recibido dicho tratamiento puede volver a su rutina habitual de manera inmediata.

La radiofrecuencia también presenta algunas contraindicaciones, de modo que no se puede llevar a cabo en caso de fiebre, embarazo, quimioterapia, si se usa prótesis metálicas, con infección o hinchazón en la zona de aplicación.